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  • Daniel Márquez Melgoza

VISIÓN DEL PAÍS DESDE EL MUNICIPIO


* Al hacer una revisión de mis viejas reflexiones políticas que terminaron en artículos para La Jornada Michoacán, llego a encontrar temas que por su actualidad vale la pena volver a compartir años después con ciudadanos que lo más seguro no tuvieron la oportunidad de leer en su momento. Uno de ellos es el siguiente, que viene a cuento en meses de gran agitación política en toda la geografía michoacana.

La Jornada Michoacán, 6 de mayo de 2011

Sería relativamente fácil hacer una revolución en un municipio. Hablo de una revolución política. Cómo sería esa revolución. Fácil. Bastaría con que los integrantes de los ayuntamientos supieran hacer lo que se supone hay que saber hacer para administrar como se debe un ayuntamiento.

Me explico. Durante la etapa prihistórica (sic) de nuestro país, los municipios chicos y medianos eran dominados por pequeñas pléyades de caciques; cada uno de ellos por ese solo hecho se consideraba con derecho de piso en la presidencia municipal en algún tiempo de los turnos que se iban concediendo graciosamente, sin discusión entre ellos; impensable que fuera con discusión entre los ciudadanos del municipio, pues en ese entonces no existían los ciudadanos. Que los caciques tuvieran capacidad político administrativa o no, era algo que ni siquiera se ponían a considerar a la hora de los relevos: te toca o le toca a él, y ya, era la consigna política más efectiva, generalmente operada por un cacique de caciques.

Después llegaría el turno a los vástagos, y se seguía la rueda de la fortuna sin trabas en sus mecanismos. Con el tiempo los vástagos y los hijos de los vástagos comenzaron a diversificar sus actividades; fue cuando los caciques tuvieron que elegir entre individuos que no pertenecían a su clase; designaban entonces a uno de los pobladores que ellos consideraban de su mayor confianza; esto es, que pudieran seguir mandando y distribuyéndose los servicios y los recursos a través del presidente municipal en turno.

El tiempo transcurrió inexorable y hubo más cambios en la política municipal. Algunos vástagos de los caciques comenzaron a interesarse en salir del pueblo a probar fortuna; unos a estudiar carreras académicas y otros a conocer mundo; terminaran o no sus carreras, luego de conocer el ancho mundo, para entonces los municipios les habían comenzado a quedar chicos y ya no volvieron, al menos no a vivir de manera permanente. Los cacicazgos se comenzaron a debilitar. Los caciques viejos vivían con nostalgia y los vástagos que mantenían con ellos la residencia ya no ejercían funciones de cacicazgos absolutos, pues sus riquezas habían venido a menos a partir de que habían perdido el empuje y vitalidad de sus antecesores, y en el municipio ya era mayor el número de individuos que habían ascendido de estatus social y económico como ejidatarios o pequeños propietarios exitosos; no eran todavía equiparables sus recursos con los de los caciques, pero sí era superior su ánimo de ascenso social y político.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) tuvo necesidad de tener una presencia más formal en los municipios. Su presencia anterior había sido informal, personificada en el cacique más politizado, que era con el que se entendían las instancias partidistas estatales o distritales para darle formalidad a los procesos electorales, pues aunque los lectores más jóvenes de estas líneas no lo crean, también había elecciones en ese tiempo. Había ya disputas por las presidencias municipales y para ello se requería la presencia formal de una dirigencia partidista municipal, así fuera mínima, para procesar esas disputas y darles cauces civilizados.

El siguiente cambio importante vino con la rebelión interna entre la clase política priista, que dio lugar a la aparición del Partido de la Revolución Democrática, PRD (que el día de ayer cumplió 22 años de vida institucional). Con el PRD llegaron tiempos de gran agitación electoral en los municipios y llegó para quedarse la alternancia política. Se sumó a la disputa electoral el ya existente Partido Acción Nacional (PAN), que desde 1939 tenía una presencia testimonial con poca eficacia frente a las malas artes de un sistema político institucionalizado sobre bases de una democracia simulada. Los partidos políticos comenzaron a tener presencia destacada en los municipios y alrededor de ellos se fueron creando reducidas clases políticas claramente identificadas.

En general, los partidos no se preocuparon por formar cuadros para la administración municipal, de manera que al llegar al poder sus gestiones adolecieron de eficacia política y administrativa, razón que explica la cambiante opinión de la ciudadanía, que al no ver solución a sus problemas bajo un signo político, recurre a otro en la siguiente elección en búsqueda de mayor experiencia y eficacia políticas. Los comités municipales de los partidos políticos, sin excepción, se fueron convirtiendo en capillas o mafias impenetrables, sabedoras de que son el paso obligado al poder formal, por tanto, el paso a los puestos de elección popular y a los político administrativos, que dan acceso al botín en que se ha convertido la administración pública en todos los órdenes de gobierno.

Por qué se iban a abrir a cuanto ciudadano hiciera intentos de acercarse a participar con ellos en la actividad política municipal. Es por ello que de gestión en gestión, los partidos políticos van dando cuenta de la pobreza y escasez de sus cuadros, y de su poca voluntad de renovarse y enriquecerse con militantes mejor formados y más capacitados para ejercer la administración municipal; o más abiertos a invitar a ciudadanos con capacidades probadas para llevar a cabo gestiones exitosas, tal y como las esperan los electores a cada cambio de signo político en sus preferencias coyunturales.

Por cierto, olvidaba decir que por fin aparecieron los ciudadanos. Hicieron su aparición sobre todo con la ruptura que tuvo el sistema político priista en la fraudulenta elección de 1988 y de ahí en adelante en la búsqueda de contribuir a romper algún día la hegemonía priista, lo cual se consiguió en la elección del 2000 con el encumbramiento de Vicente Fox Quesada. Sobra decir la frustración que ha generado la alternancia política panista a nivel federal, vista globalmente en dos sexenios. Alternancia que por fortuna deberá cambiar de color.

La ciudadanía más despierta en los municipios se ha visto obligada a sentarse a esperar inútilmente la eficacia política de los gobiernos en turno. Sin renovación de cuadros, los distintos partidos sólo ofrecen más de lo mismo ya conocido: falta de visión para un desarrollo municipal. La solución de los problemas se acomete con personal sin las calificaciones requeridas del caso. ¿No existe personal calificado en los municipios para contribuir a su desarrollo? Sí existe, pero no pertenece al partido político en el poder o no pertenece al grupo del partido político en el poder.

O forma parte de la sociedad sin pertenencia a ningún partido. Se hace lo que pobremente pueden hacer equipos políticos sin cuadros, lo cual, gestión tras gestión, obliga posponer el desarrollo de los municipios. Utilizar los recursos humanos calificados de cada municipio bastaría para empujar el desarrollo de los municipios. Hacerlo equivaldría a llevar a cabo una revolución política, generadora de bienestar y desarrollo municipales.

Me pregunto si en la lupa municipal no se estará reflejando el universo nacional. Me pregunto cómo es posible que un país con una historia y cultura tan grandes como la nuestra, con contribuciones universales al arte y la cultura, pasadas y contemporáneas, tengamos tanta pobreza en lo que respecta al ámbito de la política contemporánea; de qué están hechas las clases políticas actuales de nuestro país, que están siendo incapaces de aprovechar los patrimonios en recursos humanos y materiales de la nación, que son envidiables, al ejercer con ellos gobiernos con tanta ineficacia para su población que nos hacen parecer un país sin pasado y, sobre todo, un país sin futuro.

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