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  • Alejandro Martínez Castañeda

"LA MUERTE NO REMITE A UNA AUSENCIA SINO A UNA PRESENCIA VIVA" (NOCHE DE MUERTOS)


PÁTZCUARO, Michoacán.- “En la celebración del Día de Muertos, la muerte no remite a una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es una metáfora de la vida que se materializa en el altar ofrecido: quienes hoy ofrendan a sus muertos serán en el futuro invitados a la fiesta”, considera la Unesco al recordar que dicha festividad forma parte desde el 2008 de la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de dicho organismo perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas (ONU)

En la región lacustre las comunidades purépechas se alistan para celebrar “el regreso temporal de sus familiares y seres queridos difuntos: el Día de Muertos”, un evento que convoca cada año a numerosos turistas que desean presenciar la ancestral ceremonia.

“Se trata de una festividad sincrética entre la cultura prehispánica y la religión católica que, dado el carácter pluricultural y pluriétnico del país, ha dado lugar a expresiones populares diversas, transmitidas de generación en generación y a las que, con el paso del tiempo, se han añadido diferentes significados y evocaciones de acuerdo con el pueblo indígena, comunidad o grupo que las llevan a cabo, en el campo o en la ciudad”, indica la Unesco.

Y añade: “El Día de Muertos en la cosmovisión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor”

Tales festividades incluyen prácticas como el adorno de las tumbas o hacer altares sobre las lápidas, lo que tienen un gran significado para las familias porque se piensa que ayudan a conducir a las ánimas y a transitar por un buen camino tras la muerte. Para facilitar el retorno de las almas a la tierra, las familias esparcen pétalos de flores de cempasúchil, la flor tradicional de la festividad, y colocan velas y ofrendas a lo largo del camino que va desde la casa al cementerio.

Asimismo, “se preparan minuciosamente los manjares favoritos del difunto y se colocan alrededor del altar familiar y de la tumba, en medio de las flores y de objetos artesanales, como las famosas siluetas de papel. Estos preparativos se realizan con particular esmero, pues existe la creencia de que un difunto puede traer la prosperidad (por ejemplo, una abundante cosecha de maíz) o la desdicha (enfermedad, accidentes, dificultades financieras, etc.) según le resulte o no satisfactorio el modo en que la familia haya cumplido con los ritos”.

El encuentro anual entre los pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad. También contribuye a reforzar el estatuto cultural y social de las comunidades indígenas de México, considerándose también una celebración a la memoria, un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido, destaca el citado organismo.

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