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  • Daniel Márquez Melgoza

En defensa de un área verde, la que aloja al general Lázaro Cárdenas, en Pátzcuaro


Escribo este texto en homenaje a Lázaro Cárdenas del Río, en el 49 aniversario de su fallecimiento (19 de octubre de 1970)

El monumento del general Lázaro Cárdenas del Río preside en Pátzcuaro un espacio amplio y generoso, de 5,416 metros cuadrados, disfrutable por el peatón en medio del intenso tráfico de automóviles que por tres costados lo circundan.

A ese espacio se le conoce hasta ahora como plazuela de Lázaro Cárdenas. Por su entorno, estilo y dimensiones, ese espacio corresponde más a un parque urbano, alejado del concepto de una plazuela, cercana ésta al de una plaza, que es un sitio público jardinado que implica en su entorno una serie de actividades comerciales y de servicios, que la hacen atractiva por y para esos fines.

El parque urbano en cambio está destinado más bien al descanso y recreación social, incluida la deportiva, en el que tiene presencia el tejido de la comunidad en pleno, sin restricciones para nadie.

Este espacio, que preside nuestro michoacano más ilustre del siglo XX, es un área verde dedicada al culto cívico del general Lázaro Cárdenas, por parte de niños y jóvenes escolares, y personal docente; pero también de vez en cuando a actividades deportivas y artísticas. Tal vez le hace falta a esa área verde un poco más de árboles, que ayuden a hacerlo más hospitalario en horas de excesiva exposición solar. También le haría falta un equipamiento básico para la práctica de deportes de activación física para niños, jóvenes y adultos, en su parte norte. Hay que decirlo, es un parque bello, de muy buen diseño, y en general muy bien cuidado.

La anterior descripción viene a colación por el anuncio que hizo recientemente el presidente municipal Víctor Báez Ceja, de que una vez terminada la construcción de la glorieta de Tangaxoan, su administración acometería la construcción de otra glorieta, la de la plazuela del general Lázaro Cárdenas. Nadie de los ciudadanos que nos encontrábamos reunidos para conocer la situación denunciada de que se estarían privatizando porciones del cerro Blanco, repito, nadie reaccionó. Fue al día siguiente que me cayó el veinte. Fue a propósito de que recordé un video que había visto, y mi mente asoció el anuncio del presidente Báez con el contenido de dicho video.

El domingo 18 de agosto un grupo de ciclistas de Morelia (Pedaleando y Degustando) organizó una rodada a Pátzcuaro, entre los cuales venía de invitado Marte Ayala Díaz de León, quien preside un grupo de ciclistas denominado Los Hijos de la Madrugada. Marte acostumbra producir pequeños videos en vivo desde cada lugar que visita en bicicleta con sus amigos. En el caso de Pátzcuaro, mientras deambulaba, cámara en mano, por diversos ámbitos de la plaza Vasco de Quiroga, ponderando el hecho de que los domingos está abierta, en la práctica todo el día, a los peatones para su disfrute libre y seguro, practicando una variedad de expresiones de activación física y cultural, hizo algunas reflexiones que vale la pena compartir (el video se puede ver en la página de face de Los Hijos de la madrugada).

Habló de que después de la Segunda Guerra Mundial se generó un auge creciente de la industria del automóvil. A partir de ese hecho fueron apareciendo nuevas necesidades en las ciudades y pueblos: la construcción de cocheras y de estacionamientos públicos para los automóviles (claro, luego de convertir las calles en estacionamientos gratuitos y saturarlas); se fueron ensanchando las calles, se crearon ejes viales, se construyeron pasos a desnivel; las avenidas se fueron haciendo de más carriles, se abrieron glorietas para darle fluidez a la circulación; se construyeron anchas autopistas, rápidas, entre ciudades. En fin, las necesidades de los automóviles fueron exigiendo espacios cada vez más amplios y rápidos, puntualmente atendidas, pero todo ello en detrimento de la seguridad y bienestar de los ciudadanos de a pie.

Cuando se observó y sintió que el automóvil se había apoderado a tope de las ciudades, vino un movimiento en favor de los ciudadanos de a pie: las ciudades son de la gente, por tanto tiene derecho a tomarlas sin la presencia de vehículos automotores. Este movimiento se inició en las ciudades antiguas del Viejo Continente, cuya historia y arquitectura invitan a contemplarlas paso a paso, sin las prisas que representa recorrerlas en automóvil, concebido para trasladarse en ellos con velocidad mirando al frente de la calle, no en su entorno, que es lo más importante de las ciudades.

Este movimiento en un principio europeo, se trasladó a otras ciudades del mundo, entre ellas a México, y llegó a Pátzcuaro, una de las ciudades más antiguas del país.

Por ello fue saludado con buenos ojos la obra restaurativa de calles del Centro Histórico de Pátzcuaro, de la actual administración municipal, presidida por Víctor Báez Ceja, que con la ampliación de las banquetas y la reducción del arroyo vehicular a la mínima expresión: sólo para circular, no más como estacionamiento gratuito de autos (con la excepción de algunas bahías para permitir la carga y descarga de mercancías del comercio establecido), lanzó el mensaje de que las calles de nuestra ciudad son de la gente de a pie, que utiliza las banquetas para disfrutar la ciudad caminándola sin riesgos para su seguridad.

Frente a esa política visionaria vemos ahora con preocupación que la obra anunciada por el presidente Báez, la nueva glorieta, va en sentido contrario: estaría hecha para la glorificación del automóvil, atendiendo las exigencias de velocidad, de rapidez en la circulación en el Pueblo Mágico por excelencia de Michoacán: Pátzcuaro.

Significaría la pérdida de un área verde que es fundamental para el desarrollo cívico de escolares, para la recreación y el reposo a que tenemos derecho los habitantes de la ciudad y sus visitantes. Estaría en sentido contrario a lo que mandata la Organización Mundial de la Salud, que recomienda destinar en las ciudades entre 10 y 15 metros de áreas verdes por habitante. Por otro lado, ¿a dónde irían los automóviles que ganen tiempo por una mayor fluidez en la circulación en la parte norte de la ciudad, por acción de ambas glorietas?: llegarían más rápido a los cuellos de botella en que están convertidos los limitados accesos de la ciudad vieja, la que en realidad es la que atrae al turista ávido de descubrir lo que significa que Pátzcuaro sea un Pueblo Mágico.

No le vendamos modernidad al turista que viene de ella, en busca de otra cosa: algo de historia, de arte, de cultura, sintetizados, concretizados, en un urbanismo caprichoso, en una arquitectura sin pretensiones, sólo armoniosa, que tiene el poder de trasladar los espíritus a otro tiempo y provocarles placidez y descanso.

El tema da para más, habrá que abordarlo de nuevo en otra colaboración, ahora que estamos a tiempo para invitar a las autoridades a que reconsideren o al menos pospongan el proyecto, después de que la sociedad participativa analice los pros y contras de perder un espacio público que hasta hoy es emblemático de la ciudad, asociado a la presencia de nuestro héroe más contemporáneo y por tanto más cercano en nuestra estimación: el general Lázaro Cárdenas.

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