Por Daniel Márquez Melgoza
La clase política opositora de la 4T se ha dado cuenta de que le va a ser casi imposible recuperar
(INE) y un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), corruptibles, como
los actuales, que puedan hacer posible en su desesperación un fraude electoral al estilo
Calderón:háiga sido como háiga sido.
Para la derecha lo importante es recuperar a como dé lugar el
poder político y con ello todos los privilegios hasta hoy perdidos con el gobierno de la 4T.
Sin programa, sin proyecto de nación que interese a los mexicanos, sin liderazgos con autoridad
moral, con partidos políticos sin base social, la derecha está perdida en su empeño de volver a
ejercer el poder político. Por esa razón, la derecha va con todo para evitar que se discuta y
apruebe la reforma electoral que propone el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO),
ya que apunta a hacer cambios importantes a esos dos organismos electorales en favor de
garantizar los principios de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad, que
hasta hoy han estado lejos de cumplirse a plenitud.
De 2018 a la fecha, la derecha ha venido ensayando y quemando estrategias, organismos
partidistas y civiles opositores, que en su respectivo momento llegaron a considerar letales para
AMLO y su gobierno; sin embargo, en poco tiempo han ido quedando como petardos con
mecha mojada. Lo último es su campaña en defensa del INE, SU INE, capaz de garantizarle un
fraude electoral salvador.
Lo último, una marcha el domingo 13 de noviembre y de pilón, un paro nacional al día siguiente, hoy
lunes 14 . Es decir, desesperada, la derecha da a entender que está en camino de echar toda la
carne al asador, y para esa promoción no ha parado en acudir a todos los foros posibles,
internacionales y nacionales, entre éstos, el de la Iglesia Católica. No le dice nada a la derecha
que el pueblo recién opinó en una encuesta, precisamente del propio INE, en la que está de
acuerdo con el espíritu de la reforma electoral de Andrés Manuel López Obrador.
En el pasado, los presidentes “demócratas” como José López Portillo, Miguel de la Madrid,
Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, llevaron a
cabo reformas electorales importantes. Nadie salió en marchas a la calle, nadie promovió paros
nacionales para impedir esas reformas. La diferencia entre esas reformas y la actual de AMLO,
es que las reformas priistas y panistas eran para hacer concesiones hacia un sistema más
democrático, pues en esos tiempos los partidos de oposición y la sociedad nacional venían de
estar hartos de su democracia simulada. Y ahora resulta que AMLO, el presidente
verdaderamente demócrata, el que no llegó por fraude a la Presidencia de la República, el que no
quiere un fraude más por vía del Instituto Nacional Electoral, INE, no puede hacer su propia
reforma electoral, con la cual busca consolidar nuestro sistema político-electoral, con el cual no
sea posible retroceder a la “democracia” pripanista que fue una vergüenza en el concierto de las
naciones.
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